Tras la II Guerra Mundial, Gran Bretaña encontró un buen negocio en Estados Unidos a quienes les vendían exóticos descapotables deportivos que contaban con una gran popularidad al otro lado del Atlántico. Así nacía una larga tradición de algunos de los automóviles más deseables salidos del país.
Daimler era una de las marcas más antiguas y respetadas de Reino Unido, que nada tenía que ver con Daimler-Benz. Para la década de los cincuenta eran conocidos principalmente por sus lujosas limusinas y vehículos industriales, y aunque habían experimentado con coches de carácter más deportivo en pequeñas series en el pasado en 1959 decidieron adentrarse de lleno en este sector.
Hasta entonces la gran mayoría de los British roadsters montaban mecánicas de cuatro o seis cilindros en línea. La gran apuesta de Daimler era desarrollar un V8 con ayuda de Edward Turner, uno de los diseñadores de las motocicletas Triumph, dando como resultado un bloque de cámaras hemisféricas de 2.548 centímetros cúbicos de 140 CV que estuvo listo para 1958.
UN DEPORTIVO INGLÉS A LA AMERICANA
La idea era encandilar a la clientela norteamericana, y por si un motor V8 no era bastante, la estética del coche también debía acompañar a los gustos del país. Alejándose mucho del recatado estilo de los descapotables británicos, el Daimler Dart contaba con dos grandes aletas traseras, como dictaba la moda de la época, además el frontal contaba con una parrilla cromada de gran tamaño con ornamento en forma de “V” que daba una idea de lo que había debajo del capó.
Con un peso de apenas 940 kilogramos gracias a la carrocería de fibra de vidrio y una configuración de 2+2, aunque las plazas traseras eran mínimas, Daimler tenía la esperanza de que su nuevo producto se convirtiese en un superventas, esperando 700.000 libras de beneficio en el primer año en el mercado a pesar de tener una producción bastante baja.
La primera mala noticia llegó el día de la presentación del automóvil en Salón del Automóvil de Nueva York de 1959, donde se desveló al público el nuevo Daimler Dart. A los ejecutivos de Chrysler que andaban por allí no les hizo demasiada gracia este bautismo, ya que ellos habían registrado antes el nombre Dart para un modelo de Dodge que saldría la venta a finales de ese mismo año.
El Daimler Dart se vio entonces obligado a cambiar su nomenclatura a la de SP250, nombre con el que era conocido internamente el proyecto, aunque en Gran Bretaña se siguió vendiendo como Dart. Por desgracia el coche se ganó el título no oficial de coche más feo del Salón del Automóvil de Nueva York, pero sus sorprendentes prestaciones hicieron que se vendiese bastante bien y que se convirtiese en un coche muy habitual en los circuitos.
1960: JAGUAR Y DAIMLER UNIDAS
Hasta entonces BSA era la propietaria de Daimler, pero en 1960 Jaguar decide comprar la empresa por un precio de 3,25 millones de libras de la época. Una de las razones principales es que Jaguar había crecido mucho durante la década de los cincuenta y necesitaba una factoría más para poder asumir el ritmo de producción.
Así Jaguar Cars pasaba a ser Jaguar Group, un grupo muy prometedor que aportaba el prestigio extra de Daimler, marca que tradicionalmente había sido una de las predilectas de la monarquía británica. Pero aparte de los planes de expansión que beneficiaron a ambas marcas el pequeño SP250 fue uno de los mayores tesoros que Jaguar sacó de este acuerdo.
El Daimler SP250 era uno de los coches más rápidos del país, capaz de superar los 200 kilómetros por hora, y de hecho unas cuantas unidades fueron a parar a la policía urbana de Londres con el fin de atrapar a motociclistas en persecuciones a alta velocidad.
Jaguar supo ver el potencial de esta mecánica quienes la emplearon en una versión Daimler del Mk 2 llamada 2.5 V8 y posteriormente conocida como V8 250 que vendió 17.600 unidades entre 1962 y 1969 convirtiéndose en el modelo más popular de la marca. Por otro lado, el Daimler SP250 dejó de venderse en 1963, y fue el último modelo de la compañía desarrollado antes de la era Jaguar, y aunque tan solo se hicieron 2.654 unidades, fue un coche clave para asegurar su futuro como fabricante.
Imágenes: Daimler y Jaguar