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Los coches voladores de Ford, una idea que no podía salir bien

Dedicada principalmente al sector del automóvil, la firma americana del óvalo ha tenido a lo largo de su historia algún coqueteo con el mundo aeronáutico bien sea de manera directa o indirecta.

Casi desde la invención del automóvil, que llegó mucho antes que el primer vuelo de los hermanos Wright, la humanidad ha soñado con los coches voladores como un signo de progreso y modernidad. La realidad ha determinado que más de un siglo después este sueño esté aún por cumplir, aunque no ha sido por falta de intentos.

De hecho, el hombre que revolucionó la manera en la que se hacían los coches, Henry Ford, era un gran apasionado del novedoso y emocionante mundo de la aviación. Durante las ventas millonarias del Ford Modelo T este empresario se planteaba desarrollar una aeronave al alcance de todos los bolsillos.

Se llegaría a producir un prototipo de este Ford T del aire que compartía algún componente mecánico con el coche más popular de la marca. El avioncito monoplaza resultante se llamó el Ford Flivver, y el plan era producirlo en serie, pero un fatal accidente en el Atlántico durante un vuelo de prueba canceló el proyecto. Nunca se encontró ni al Flivver ni al piloto.

Durante los años veinte y parte de los años treinta, Ford fabricaría el Ford Trimotor, también llamado “Tin Goose”, o Ganso de Hojalata, que pasó a la historia por ser uno de los primeros aviones empleados por las aerolíneas para vuelos comerciales.

AVE MIZAR: EL FORD PINTO QUE QUERÍA VOLAR

También desde los años veinte diversas compañías de automóviles y particulares decidieron intentar su propio coche volador, con poco éxito en general y sin demasiados avances en la materia. Uno de los ejemplos más reseñables fue el Convaircar de 1947.

Convaircar coche volador 1947
Convaircar de 1947.

Este híbrido de la carretera y el cielo contaba con una carrocería extremadamente ligera, desarrollada íntegramente en fibra de vidrio, algo insólito y muy avanzado para la época. Su motor era el “COBRA” empleado por los Crosley, un bloque de bajo peso fabricado en cobre. Pero pese al esfuerzo el Convaircar terminaría estrellándose acabando con la vida de su piloto.

Hasta entonces era conocido que desarrollar un coche volador era algo muy peligroso, pero esto no detuvo a Henry Smolinski y Harold Blake, dos ingenieros aeronáuticos, a hacer su propio intento para su empresa llamada AVE (Advanced Vehicle Engineering). El vehículo resultante sería muy similar al ya mencionado Convaircar en cuanto a su diseño, pero muy distinto en la práctica.

El AVE Mivar, que es como se bautizó al invento de Smolinski y Blake, se construyó entre 1971 y 1973. El vehículo sería la unión entre el económico utilitario Ford Pinto, y la sección trasera de una avioneta Cessna Skymaster, una aeronave con un diseño muy avanzado para aquel momento.

CAMBIOS OBLIGADOS

El problema llegaba cuando se tiene en cuenta que la parte de atrás del Cessna estaba ideada para llevar la ligera cabina de la avioneta y no el peso de un Ford Pinto. Curiosamente este coche pasó a la historia por ser uno de los modelos más peligrosos de la historia, pues tendían a incendiarse en caso de sufrir el más mínimo impacto trasero, por lo que quizá era más seguro volando que rodando.

En cuanto a la sección del fuselaje el motor trasero tuvo que ser sustituido por uno más potente para poder con el peso del coche, ya que el Cessna original contaba con otro propulsor en su parte frontal. Combinaría además de algún modo esta potencia con el motor del Pinto durante el despegue, que era el mismo que empleaba el Ford Escort en Europa.

Uno de los motivos principales por los que se usó un Ford Pinto era por sus formas, ya que su configuración como hatchback permitía acoplar la parte trasera del avión con facilidad. La idea era que cuando se terminaba de volar se podía guardar la cola de la aeronave y entonces conducir el coche que, evidentemente, contaba con algunas modificaciones para este acople.

El coche se iba a vender por un precio que oscilaba entre los 18.300 y 29.000 dólares, un precio al alcance de muy pocos en los años setenta. Además, Smolinski y Blake lograron convencer a los productores de la saga de James Bond para que el Miraz saliese en su próxima película, pero ninguno de estos planes se materializaría.

UN FINAL FATAL

El AVE Miraz sÓlo llegaría a volar en un par de ocasiones. En la primera de ellas, un vuelo secreto de prueba, fallaría el propulsor pocos segundos después del despegue y el piloto se vio obligado a realizar un aterrizaje de emergencia, y después el Pinto llegó rodando hasta el aeródromo.

Pocos días después, el 11 de septiembre de 1973, Smolinski y Blake decidieron ponerse a los mandos del Miraz, pues su piloto de pruebas habitual no estaba disponible ese día. El vuelo fue breve ya que el ala derecha se rompió por culpa de una mala soldadura y los dueños de la empresa AVE murieron tras estrellarse contra un árbol.

El motivo principal para este desastre era que la carga que suponía el coche superaba muy por encima el peso máximo permitido por Cessna para volar la Skymaster, un dato que inexplicablemente dos ingenieros aeronáuticos pasaron por alto.

Por su parte el Ford Pinto ha sido el culpable de innumerables accidentes trágicos a lo largo de los años, pero durante la única que surcó el aire resultó ser totalmente inocente, aunque el desenlace terminó también siendo fatal.

 

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Escrito por Javillac

Esto de los coches le viene a uno desde niño. Cuando otros críos preferían la bicicleta o el balón yo me quedaba con los cochecitos de juguete.
Recuerdo aún como si fuese ayer un día en el que nos adelantó un 1500 negro por la A2, o la primera vez que vi un Citroën DS aparcado en la calle, los paragolpes cromados siempre me han gustado.

En general me gustan las cosas anteriores a la época en la que yo nací (hay quien dice que estoy reencarnado), y en el top de esa lista están los coches, que junto a la música, hacen la combinación ideal para un rato perfecto: conducción y una banda sonora acorde al coche correspondiente.

En cuanto automóviles me gustan los clásicos de cualquier nacionalidad y época, pero como mi debilidad están los coches americanos de los 50, con sus exageradas formas y dimensiones, razón por la que mucha gente me conoce como "Javillac".

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