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La fiabilidad que ganó en el 1000 Lagos de 1961, Mercedes 220SE W111

El 1000 Lagos de Finlandia siempre ha sido uno de los rallyes más duros del calendario desde que empezase en 1951. Una prueba en la que fiabilidad es esencial. Algo que demostró este Mercedes W111 ganador de la edición de 1961

Gracias a su geografía y sus sendas de tierra, Finlandia es uno de los países referenciales para el mundo de los rallyes. No sólo por ser el lugar de donde salieron Henri Toivonen o Juha Kankkunen. Sino también por trofeos como el Rally de los Mil Lagos. Disputado desde 1951, algunos de sus tramos son una constante fuente de espectáculo gracias a los cambios de rasante combinados con las altas velocidades. De esta manera, en las rectas de Ouninpohja se han captado algunas de las instantáneas más famosas en toda la historia del Mundial. Con los Audi Quattro o Mini Cooper despegando las ruedas del suelo para interpretar saltos con metros y metros de recorrido.

No obstante, según nos vamos más atrás en el tiempo llama la atención el tipo de vehículos situados en las posiciones ganadoras. Y es que, en contraste con los Escort RS o 131 Abarth dominantes en los setenta, los primeros años del Rally de los Mil Lagos estuvieron protagonizados por las berlinas Peugeot o Saab. Es más, en la edición inaugural fue un Austin Atlantic el que se hizo con la victoria. Sin duda, un automóvil pesado y bamboleante. Justo en las antípodas de lo que se podría considerar deseable a la hora de enlazar curvas y rectas de manera efectiva. Además, revisando otras pruebas de resistencia sobre tierra vemos cómo acontece el mismo fenómeno.

De hecho, hasta la llegada de los Datsun/Nissan del equipo oficial en 1970, el modelo más icónico del Rally Safari fue el Peugeot 404 con hasta tres victorias consecutivas. Todo ello precedido por los notables éxitos conseguidos por el Mercedes 219 “Ponton” en 1959 y 1960. Así las cosas, bien cabe preguntarse la siguiente cuestión. ¿Por qué? ¿Por qué en pruebas tan competitivas como los rallyes de larga distancia las berlinas más pesadas siempre barrían a modelos mucho más deportivos?

Llegados a este punto, la respuesta se puede abordar desde dos perspectivas diferentes. Obviamente, la primera tiene que ver con lo mucho que tardaron en aparecer los modelos diseñados desde cero para la práctica de los rallyes. Es más, no pocos historiadores del motor señalan al Lancia Stratos como el primer ejemplo en este sentido. Un modelo, recordemos, aparecido en 1973. Es decir, justo el año en el que echó a andar el Campeonato Mundial de Rallyes aunque, al tiempo, más de dos décadas después del inicio de pruebas tan asentadas como el Safari o el Mil Lagos. Y eso por no hablar del Montecarlo, cuya historia se remonta hasta el lejano 1911.

No obstante, la segunda perspectiva sí tiene que ver con cuestiones más técnicas. Concretamente con la fiabilidad. No en vano, aunque los Peugeot 404 o Mercedes 219 no destacaban por sus reacciones inmediatas, sí lo hacían por su más que comprobada robustez. En suma, no eran rápidos. Pero sí extremadamente fiables. Gracias a ello, en pruebas sobre tierra con larguísimas etapas en medio de condiciones climáticas extremas, estas berlinas familiares resultaban la opción más sensata. Es más, con tan sólo algunos cambios en materia de suspensiones, cualquier piloto semiprofesional podía alzarse con la victoria en trofeos de índole internacional. ¿Qué más se puede pedir?

Así las cosas, hasta la llegada de los Alpine A110, Escort RS o Kadett GT/E los sobrios pero resistentes sedanes de marcas alemanas, francesas o suecas dominaron en África y el norte de Europa. Una historia de éxitos en la que destaca este Mercedes 220SE W111 de 1959 con chasis 014930. Ganador, precisamente, en una de las ediciones del Rally Mil Lagos. Concretamente la de 1961, gracias al pilotaje de Rauno Aaltonen. Campeón europeo de rallyes en 1965 y, además, ganador del Montecarlo de 1967 a lomos de un pequeño pero efectivo Mini Cooper S.

MERCEDES 220SE W111, AL CAMINO SOBRE UNA BERLINA

A comienzos de los ochenta, Mercedes estaba seriamente preocupada por el auge de BMW. Igualmente exclusiva pero al tiempo bastante más desenfadada, sus modelos de acceso eran cada vez más deseados y exitosos gracias a su evidente toque deportivo. Puesta en esta tesitura, Mercedes finalmente logró reaccionar con la presentación del 190 en 1982. Todo un éxito de ventas gracias a su excelente compromiso entre calidad y prestaciones servido en formato de berlina compacta. Además, la versión 190E con inyección directa daba el anhelado toque deportivo para mirarse de tú a tú con BMW.

Es más, los directivos de Mercedes la vieron como una base perfecta de cara a crear un modelo del Grupo B para el Campeonato del Mundo de Rallyes. No en vano, aquello se presentaba como una más que interesante apuesta publicitaria. Pudiendo ser aprovechada por la marca en su vuelta oficial a la competición, dejada de lado tras el terrible desastre acaecido en Le Mans 1955. Así las cosas, en Mercedes estuvieron realmente cerca de entrar a jugar en la misma liga que los 250 T16 o Delta S4. Sin embargo, la aparición del Audi Quattro trastocó todos sus planes.

No en balde, la novedosa tracción total presentada por la creación de Ferdinand Piëch puso todo del revés en el Mundial de Rallyes. Desterrando la propulsión trasera obligando así a realizar enormes esfuerzos en materia de tracción. Debido a esta nueva situación, Mercedes abandonó la idea de hacer un 190E del Grupo B, inclinándose por desarrollar una versión para el DTM con los 190 EVO. Uno de los grandes mitos en la historia de las carreras de turismos en Europa. Con todo ello, aunque la vuelta de la casa alemana a la competición se hizo de forma realmente exitosa, ésta volvió a dejar de lado el mundo de la competición sobre tierra.

De esta manera se confirmaba de nuevo una constante en la historia de la marca. Y es que, aunque recurrentemente han aparecido interesantes modelos de tierra coronados por la estrella de Mercedes, éstos siempre han sido creaciones privadas realizadas sobre unidades de serie. Es más, desde la fábrica sólo se suministraban algunas llantas especiales de acero con 15 pulgadas como las montadas en este Mercedes 220SE W111 ganador del Mil Lagos. Estrictamente de serie en su mecánica. Definida por el motor M127.982 con 2,2 litros, seis cilindros y 118CV producido desde 1959 hasta 1965.

Sin duda, un excelente ejemplo de fiabilidad para las más de 66.000 unidades propulsadas por aquella misma motorización. Así las cosas, estos Mercedes de rallye son toda una lección sobre la importancia de la robustez y la calidad en la fabricación. Además, hoy en día aparecen como clásicos que, aún desafiando lógicas de diseño y comportamiento, aseguran sensaciones fuertes a quien se atreva a emular la gesta de Aaltonen en el Mil Lagos de 1961.

Fotografías: RM Sotheby’s

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Escrito por Miguel Sánchez

A través de las noticias de La Escudería, viajaremos por las sinuosas carreteras de Maranello escuchando el rugido de los V12 italianos; recorreremos la Ruta66 en busca de la potencia de los grandes motores americanos; nos perderemos por las estrechas sendas inglesas rastreando la elegancia de sus deportivos; apuraremos la frenada en las curvas del Rally de Montecarlo e, incluso, nos llenaremos de polvo en algún garaje rescatando joyas perdidas.

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