Darracq V8 Sprint Special
Louis Chevrolet a los mandos del Darracq V8 Sprint Special
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Darracq V8 Sprint Special, el V8 más antiguo que se conoce

Una bestia con un sonido atronador…

En la larga historia del automóvil, hay vehículos que han sido injustamente olvidados, máquinas locas que se parecen a un automóvil por sus cuatro ruedas, porque se controlan por un volante y unos pedales y porque su motor, aunque arcaico y “prehistórico”, quema combustible fósil mediante el mismo funcionamiento que uno actual. Caso, precisamente, del Darracq V8 Sprint Special. Un automóvil desconocido para muchos, pero ostenta algunos récords en su haber. 

Así, de entrada y para ir calentando, ¿te imaginas rozar los 200 km/h en un vehículo de 1905? No respondas todavía, porque como aficionados nosotros nos subiriamos a cualquier cosa, pero si lo pensamos fríamente, veremos que se trata de una locura. Si nos fijamos en el Darracq V8 Sprint Special, veremos que se trata de un simple chasis de largueros con dos asientos, un motor enorme y cuatro ruedas «de bicicleta». El depósito es un cilindro colocado detrás de los asientos y los frenos son unos minúsculos tambores en las ruedas traseras, mientras que las suspensiones corren a cargo de unas ballestas muy, muy finitas. Y ahora es cuando debes responder, ¿te imaginas rozar los 200 km/h en un coche como este? 

Pues eso, entre otras cosas, es lo que se logró con este aparato, rodar a 197,06 km/h, entre otras cosas, porque tiene, como hemos dicho, varios récords en su haber y lo mejor de todo es que todavía sigue vivo y dando espectáculo, como hizo en Goodwood en 2015, algo que puedes ver en vídeo y comprobar como su piloto disfruta al máximo del coche, incluso llega a competir en carreras con él. 

Los primeros coches de Darracq comenzaron a aparecer en el año 1900, después de haber experimentado con las bicicletas “Gladiator”, un negocio muy lucrativo que sirvió a Alexandre Darracq, el fundador de la compañía, para hacerse con una buena cantidad de dinero tras vender la empresa. Dinero que usó para crear la Darracq S.A., con la que empezó a comercializar triciclos con motor eléctrico, llegando a estudiar la posibilidad de producir los novedosos motores de combustión interna. 

Para el año 1902 llegó a un acuerdo con los hermanos Opel para producir coches entre ambas compañías, dando lugar a los famosos Opel Darracq, asociación que duró hasta 1907. Antes de esto, en 1905, la compañía se expandió hasta Gran Bretaña, donde se fundó la Darracq Company Ltd que, en 1913, fue vendida. Ese mismo año, 1905, es cuando aparece nuestro protagonista, el Darracq V8 Sprint Special, con el que se pretendía batir récords sobre tierra

Se mostró en sociedad el 28 de diciembre de 1905, en la ciudad de Arlés, en Francia, para sólo dos días después, marcar su primer registro. El 30 de diciembre de 1905, sin haber realizado ninguna prueba ni intento alguno con anterioridad, logró alcanzar los 176,4 km/h, estableciendo un nuevo récord de velocidad mundial. Al año siguiente, en 1906, se presentó en Daytona Beach llegando a rodar a 197,06 km/h, ganando el título “1906 Speed King”. De vuelta en Europa, el coche se vendió a Algenon Lee Guinness (sí, el propietario de la cerveza Guinness), quien siguió obteniendo récords hasta 1909, cuando se rompió un pistón y fue retirado. 

Entre los récords que ostenta este coche está el kilómetro lanzado en 19 segundos, el haber sido el primer coche del mundo con un motor V8, rodar a una “espantosa” velocidad de 5 metros por segundo, cubrir el kilómetro con salida parada en 32,4 segundos o, por mencionar algo más, subir la famosa colina de “La Barbe” en 25 segundos con una media de 144 km/h. 

Por una parte, es lógico que fuera tan rápido. El motor, el V8 más antiguo que se conoce, tiene 25.422 centímetros cúbicos, dos válvulas por cilindro y la alimentación se logra mediante carburador. La potencia final estimada es de 200 CV, que llegan a las ruedas traseras mediante un cambio de dos relaciones. 

Sólo tuvo tres propietarios hasta que Bonhams lo subastó en 2006 tras una restauración de su motor (que se mantuvo intacto tras la avería) por 231.210 euros. El primer dueño fue, como cabe esperar, Alexandre Darracq y el segundo, el señor Guinness, que lo tuvo en su poder hasta su fallecimiento en 1954, cuando lo compró el tercer propietario a la familia Guinness, el señor Gerald Firkins. Hoy día es propiedad de Mark Walker, quien lo usa en carreras y exhibiciones desde que lo adquirió. Incluso ha llegado a reventar el motor en una de esas carreras, viéndose obligado a reconstruirlo.

No obstante, según se dice, el coche en realidad fue desguazado porque la mujer de Guinness, se empeñó en que “sacara su basura de ahí”. Guinness se lamentó de la decisión y recuperó el motor y parte del chasis. El resto, tuvo que ser recuperado después de su muerte, un trabajo que llevó varias décadas, cinco para ser exactos. Luego llegó su último propietario y terminó el trabajo en cuatro años. 

La restauración se llevó a cabo con piezas auténticas de la época siempre que fue posible, mientras que otras tuvieron que ser fabricadas de nuevo. Por ejemplo, el exclusivo transeje de dos relaciones, se tuvo que fabricar de cero nuevamente usando unos dibujos de 1906. Durante la restauración del motor se pudo medir su capacidad y fue cuando se comprobó que superaba los 25.000 centímetros cúbicos, algo más que los 22,5 litros que se habían establecido históricamente. El radiador curvo, fabricado originalmente por Grouvelle & Arquembourg, se perdió y hubo que fabricar uno desde cero.

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Escrito por Javi Martín

Si me preguntas de donde viene mi afición por el motor, no sabría responder. Siempre ha estado ahí, aunque soy el único de la familia al que le gusta este mundillo. Mi padre trabajó como delineante en una empresa metalúrgica con mucha producción de piezas de automóviles, pero nunca hubo una pasión como la que puedo tener yo.

Me gusta mucho la historia del automóvil y actualmente estoy creando una biblioteca personal dedicada, en exclusiva, a la historia del motor en España. También cuento con una enorme colección de material escaneado y he escrito el libro "El 600, un sueño sobre ruedas" (editorial Larousse).

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