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Berliet T100. El gigante de 50 toneladas diseñado para las arenas de Argelia

La colonización francesa en Argelia generó vehículos adaptados a las arenas del desierto. El más famoso es sin duda el Citroën 2CV Sahara con un motor en cada eje. Sin embargo, también se alumbraron gigantes como el Berliet T100. Un camión de cincuenta toneladas pensado para llevar otras cincuenta de carga con la minería como principal utilidad en la mirilla.

El 3 de julio de 1962 Francia reconocía tras años de violencia cada vez más intensa la independencia de Argelia. De esta forma se ponía fin a un dilatado proceso de ocupación en el que los colonos tuvieron que enfrentarse a los rigores del desierto desde 1830. Rigores que exigieron afinar las técnicas de regadío, pero también innovar con medios de transporte aptos para un terreno hostil a cualquier vehículo motorizado. En ese sentido, el automóvil más significativo fue el Citroën 2CV Sahara. Posiblemente la versión más codiciada del modelo por los coleccionistas, definida por dotar a cada eje con un motor propio.

La única forma en la que los ingenieros de Citroën consiguieron satisfacer las necesidades de colonos y militares en Argelia, quienes después de la Segunda Guerra Mundial vivían un ambiente cada vez más agresivo. Por ello, siendo sabedores de que sus días como colonia estaban contados según el Frente de Liberación Nacional ganaba apoyo en las masas argelinas, éstos se lanzaron a una feroz búsqueda de recursos. Entre ellos destacaba el petróleo. Necesario para alimentar la creciente industria nacional y hallado en yacimientos adentrados en las arenas del Sahara.

Situación geográfica que proponía un reto considerable para la logística, ya que el acceso resulta dificultoso debido no sólo a la ausencia de carreteras sino también a lo voluble de las arenas. Por ello se dio la paradoja de que la tecnología punta para extraer petróleo debía ser acarreada por camellos. Una opción compleja, ya que algunas piezas pesaban demasiado como para ser llevadas a lomos de animales. Así las cosas, las compañías francesas anhelaban la respuesta capaz de llevar una gran carga sin por ello quedar atrapada en las dunas. Algo que finalmente llegó cuando se presentó en 1957 el Berliet T100.

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BERLIET T100. LA LLEGADA DEL GIGANTE DEL DESIERTO

Apodado “el gigante del desierto” el Berliet T100 es todo un mito en la historia de los camiones. A primera vista el motivo es obvio, ya que con sus más de cinco metros de alto y quince de largo resulta imposible no fijarse en él. Además, su peso de cincuenta toneladas en vacío sirve para llevar hasta otras cincuenta de carga. Una suma que iguala lo que pesarían unos setenta u ochenta turismos del segmento C. Sin embargo, el verdadero atractivo del Berliet T100 no reside tanto en su tamaño como en su comportamiento dinámico.

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Término que parece más propio de los ligeros coches de rallye, pero que en este caso es perfectamente aplicable gracias a la prodigiosa capacidad de este camión para sobrepasar terrenos donde otros quedarían atrapados. ¿Pero cómo? Bien, para ello lo primero que debemos tener en cuenta es la forma en la que se diseñó. Partiendo del neumático más grande que fabricaba Michelín, con más de dos metros de diámetro y casi una tonelada tras acoplarlo a la llanta. A partir de ahí, se monta un chasis donde se disponen tres ejes con seis ruedas en total.

Algo que nos lleva al primer gran problema a resolver en el diseño del Berliet T100: la tracción. Obviamente, hablando de semejante tonelaje en conjunción con lo poco estable del desierto se precisaba transmitir de forma homogénea la fuerza del motor al suelo. Para ello, se optó por un sistema de tracción total donde los tres ejes son motrices. Un esfuerzo de ingeniería considerable que requería de una gran potencia para ser movido. Así las cosas, llegamos al segundo punto clave en la fabricación del Berliet T100: el motor.

En este caso la velocidad no era algo a tener en cuenta pues el territorio de este camión no son las carreteras. Sin embargo, resultaba imprescindible encontrar un motor capaz de entregar una cantidad descomunal de potencia desde muy bajas vueltas. Para ello los franceses escogieron un V12 diésel de la norteamericana Cummins, responsable de dar hasta 700CV con una cilindrada de casi 30 litros. El corazón de este gigante de las arenas alimentado por dos depósitos con casi mil litros cada uno.

LANZADO JUSTO ANTES DEL FIN

Desarrollado en tan sólo nueve meses, a finales de 1957 el primer Berliet T100 de los cuatro construidos fue presentado en París. Llevado al desierto para las primeras pruebas en terreno real, éste se mostró efectivo y manejable gracias a la dirección asistida con motor propio. Animado por el éxito, el fabricante francés ensambló la segunda unidad y al poco la tercera, encargada por el gobierno francés para trabajos de minería. Un asenso meteórico para un vehículo tan especial y costoso, que tan rápido como había aparecido encontraría su fin debido a motivos comerciales y políticos.

Respecto a los políticos todo se entiende por el tiempo. Y es que las hostilidades militares eran cada vez más fuertes entre ambos bandos, creando un estado de guerra abierta que llevó incluso a una fuerte crisis política en la metrópoli. Todo ello apuntaba a que el tiempo de Argelia como colonia tocaba a su fin, lo cual llegó tan sólo cinco años después de la presentación del Berliet T100. En ese contexto, ninguna empresa occidental estaba interesada en crear infraestructuras en Argelia. Esto paralizó los pedidos más cercanos, haciendo que Berliet buscase suerte en el mercado americano.

Para ello ensambló una cuarta y última unidad con la cabina integrada sobre el motor. Una muestra que envió a diversas ferias en los Estados Unidos para captar como clientes a sus empresas mineras. No obstante, la adaptación tan precisa del Berliet T100 a las dunas del desierto hizo de este vehículo un producto poco interesante en lo comercial. Motivo por el cual Berliet canceló el proyecto de los T100 en 1964, siendo el segundo el único superviviente de los cuatro fabricados. Guardado por la Fundación Berliet desde 1981, éste gigante sigue siendo el modelo más asombroso de la empresa que Renault absorbió en 1978.

Fotografías: Renault Trucks / Fundación Berliet

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Escrito por Miguel Sánchez

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