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Hispano-Suiza Alfonso XIII de 1911: Innovador y prestacional

FOTOGRAFÍAS HISPANO-SUIZA ALFONSO XIII: MULLIN MUSEUM

Al Museo del Prado no se puede ir con prisa. Se requiere tiempo, paciencia y zapato cómodo para hilvanar pausadamente una sala con otra. En ese sentido, has de planificar la visita centrándote en éste o tal pintor ya que, pretender verlo todo, es sencillamente una quimera. Por eso, en una primera visita, lo más sensato sería ir a las obras más emblemáticas de Velázquez. Sin embargo, resulta imposible no pararse en los Goya o Tiziano. Algo así ocurre con el Mullin Automotive Museum.

Un museo que, al igual que El Prado, cuenta con un interesante canal de vídeos donde historiadores del motor explican pausadamente la historia de los vehículos expuestos. En tan sólo dos meses, han elaborado material sobre piezas como el Hispano-Suiza H6B “Xenia o el Voisin Type C27 Grand Sport Roadster. Coches que nos hablan de la altura de esta colección, en la que destacan los vehículos antiguos definidos por sus innovaciones tecnológicas. Carácter compartido por este Hispano-Suiza deportivo; un Type 45CR Alfonso XIII de 1911.

Ligero y con el motor centrado, este coche deportivo español -aunque ensamblado en Francia tras el traslado de la mayor parte de la producción por problemas políticos- supuso todo un avance en la época. Tanto, que muchos consideran a este Hispano-Suiza uno de los primeros automóviles deportivos de la Historia. O al menos uno de los primeros verdaderamente eficaces gracias a su gran velocidad punta no reñida con un buen manejo en sendas reviradas. Una joya para los amantes de la ingeniería que ahora podemos ver en detalle gracias a este ilustrativo vídeo.

HISPANO-SUIZA ALFONSO XIII 1911. LA CARA DEPORTIVA DE LA MARCA

Hispano-Suiza es conocida, esencialmente, por sus lujosos coches capaces de vérselas de igual a igual con Rolls-Royce. Sin embargo, lo cierto es que hay más de un Hispano-Suiza deportivo. Al fin y al cabo, las grandes casas automovilísticas de la época vendían el chasis y la mecánica, pudiéndose personalizar tanto el coche que, finalmente, cada número de serie terminaba siendo una pieza única. Algo muy común en la historia de los aproximadamente medio millar de Hispano-Suiza “Alfonso XIII”.

Fabricado entre 1911 y 1914, éste es el nombre con el que popularmente se conoce al Type45. Una designación nada casual, ya que el propio monarca fue uno de los mayores apasionados de este coche deportivo español, al que concedió el uso de su nombre. Un Hispano-Suiza que, aunque conoció versiones de chasis extendido pensadas para carrocerías de cuatro plazas, pasó a la historia de la marca como su principal y más famoso vehículo de carreras. Y ojo, porque aunque tenga más de un siglo sus prestaciones aún llaman la atención. Y es que, aunque su motor otorgue unos moderados 60CV, su peso es de tan sólo 660 kilos. Y velocidades de más de 120 Km eran habituales en su transitar… ¡Échale valor en aquellas carreteras llenas de tierra llenas de socavones!

Además, su propulsor de cuatro cilindros en línea y 3.616cc se colocó en posición longitudinal muy por detrás del eje delantero. ¿Resultado? Salvando las distancias, un reparto de masas similar al que podría tener un coche con motor central. Algo que fue todo un avance en la época, en la cual los vehículos subviraban peligrosamente por el peso excesivo apuntando al morro y las cilindradas excesivas.

UN DEPORTIVO ESPAÑOL ENSAMBLADO EN FRANCIA

Aunque Hispano-Suiza es sin duda una marca española, lo cierto es que el debate ya viene desde el propio nombre. Algo que se complica a partir de 1910 cuando, tras problemas políticos relacionados con la creciente conflictividad obrera, la producción de los Alfonso XIII se traslada a la planta francesa de Levallois-Perret. De este coche deportivo español sólo se ensamblaron en territorio nacional las quince unidades de su primera serie, perteneciendo a la fábrica francesa las siguientes. De hecho, este Hispano-Suiza deportivo del Mullin Automotive Museum es el primero de la segunda serie.

Encargado por el piloto Albert Roulinat el 4 de septiembre de 1911, tiene un pedigrí en carreras documentado hasta, al menos, 1914. Momento en el cual su primer propietario lo vendió por problemas económicos. A partir de entonces, nuestro Hispano-Suiza deportivo entra en una biografía poco clara hasta que en 1960 Francisco de la Rocha compra sus restos. El antiguo distribuidor de la marca en Galicia lo conserva hasta su muerte, instante en el que pasa a manos del historiador de Hispano-Suiza recientemente fallecido Emilio Polo.

De ahí al parecer pasó al especialista en clásicos Patricio Chadwick, quien lo restauró en su propio taller tras vendérselo a un conocido coleccionista en 2001. Propietario que tan sólo lo tuvo tres años consigo, pues en julio del 2004 Peter Mullin adquirió el coche para su museo californiano. Un lugar perfecto para poner en valor a este Hispano-Suiza pero eso sí, muy lejos del país donde fue pensado. Al fin y al cabo, también hay no pocos Velázquez en manos de coleccionistas norteamericanos en vez de estar colgados en las paredes del Museo del Prado.

Lleno de secretos

Pero, más allá de la trayectoria de este Hispano Alfonso XIII, lo que importa verdaderamente es la calidad de su ingeniería. Se trata de un precioso biplaza completamente artesanal, forjado en materiales nobles. Detalles como su radiador en punta o su deflector de aire natural en donde debiera ir la luna delantera nos permite hacernos una idea de la sutilidad de su sofisticación.

El cuatro cilindros, si bien es difícil para trabajar debido a la culata, es una pequeña obra de arte dotada, como no, de encendido por magneto o cámaras y empujadores a la vista, además de otras virguerías como el carburador Weber (ya entonces!) que alimenta su furia destinada a desatarse en carreras en cuesta. Realmente, hay razones para considerar al padre de la Hispano Suiza, Mark Birkigt, como uno de los mejores ingenieros del siglo pasado.

Como curiosidades, recordaros que estas máquinas exigían el que un mecánico acompañase al conductor, ya que, mientras se abrazaba al respaldo del asiento contiguo para no salir despedido (no tenía un volante al que agarrarse), tenía que hacer cosas como bombear gasolina y aceite al motor en los momentos precisos. Amén de cambiar ruedas cada pocos kilómetros y realizar los múltiples engrases de rigor, que eran escupidos normalmente de vuelta en su rostro. Por otro lado, la creencia de que era mejor salir despedido del coche en caso de accidente le hacía, al igual que el conductor, prescindir de cinturón de seguridad.

Verdaderos héroes, cuyas gestas podemos imaginar gracias a este vídeo sobre uno de los únicos 3 ejemplares de Hispano Suiza Alfonso XIII de carreras que se conservan.

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Escrito por Miguel Sánchez

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